martes, 18 de marzo de 2014

San Cirilo de Jerusalén. visita a la Catedral Armenia de Jerusalén


Queridos hermanos y hermanas:

Nuestra atención se concentra hoy en san Cirilo de Jerusalén. Su vida representa el cruce de dos dimensiones: por una parte, la atención pastoral, y por otra, la participación, a pesar suyo, e las encendidas controversias que turbaron entonces a la Iglesia de Oriente. 

Nacido en torno al año 315, en Jerusalén o alrededores, Cirilo recibió una óptima formación literaria, que se convirtió en el fundamento de su cultura eclesiástica, centrada en el estudio de la Biblia. Ordenado presbítero por el obispo Máximo, cuando éste murió o fue depuesto, en el año 348, fue ordenado obispo por Acacio, influyente metropolitano de Cesarea de Palestina, filo-arriano, convencido de que era su aliado. Por este motivo, se dio la sospecha de que había alcanzado el nombramiento episcopal tras haber hecho concesiones al arrianismo.

En realidad, muy pronto, Cirilo se enfrentó a Acacio no sólo en el campo doctrinal, sino también en el de la jurisdicción, pues Cririlo reivindicaba la autonomía de su propia sede con respecto a la del metropolitano de Cesarea. En unos veinte años, Cirilo experimentó tres exilios: el primero, en el año 357, tras haber sido depuesto por un Sínodo de Jerusalén; seguido, en el año 360, de un segundo exilio provocado por Acacio y, por último, de un tercero, más largo --duró once años--, en el año 367, por iniciativa del emperador filo-arriano Valente. Sólo en el 378, después de la muerte del emperador, Cirilo pudo volver a tomar definitivamente posesión de su sede, restableciendo entre los fieles la unidad y la paz. 

A favor de su ortodoxia, puesta en duda por algunas fuentes de la época, abogan otras fuentes de la misma antigüedad. Entre ellas, la más autorizada, es la carta sinodal del año 382, después del segundo Concilio ecuménico de Constantinopla (381), en el que Cirilo había participado con un papel destacado. En esa carta, enviada al pontífice romano, los obispos orientales reconocen oficialmente la más absoluta ortodoxia de Cirilo, la legitimidad de su ordenación episcopal y los méritos de su servicio pastoral, al que la muerte puso punto final en el año 387.

Benedicto XVI
De la Audiencia General de 27 de junio de 2007

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