jueves, 7 de marzo de 2013

San Cosme y Damian



En este jueves tercero, San Gregorio Magno señaló la "mitad de la Cuaresma", e invitó a los peregrinos a venerar los famosos martires Cosme y Damian,  los santos bizantinos que curaban a los pobres de forma gratuita.

Fue el Papa Félix IV (526-530), quien decidió dedicar a los dos santos hermanos el templo de Rómulo y reconvertirlo en Iglesia Cristiana.

Destaca el el mosaico del abside  en el cual los santos Cosme y  Damian, Pedro y Pablo, Felice IV e San Teodoro rodean a Cristo.

Luego Urbano VIII Barberini (1623-1644) eleva el templo, hasta seis metros sobre el suelo del Foro, para evitar la humedad y conservando así las dos alturas y parte del templo romano con la fachada romana del mediodía.

La iglesia de los santos Cosme y Damián fue la primera en ser edificada en el área de los Foros, de hecho parece evidente que la iglesia y el adyacente convento se apoyan completamente sobre poderosas estructuras de edad romana haciendo parte del antiguo foro de Vespasiano o también denominado Forum Pacis.

El complejo rompe las murallas de la biblioteca y parte del "Praefectus Urbis", reconstruido por Septimio Severo tras un devastador incendio. En el exterior del convento son visibles todavía los orificios de las grapas que sostenían el gigantesco mapa de mármol denominado "Forma Urbis Romae" del cual han sido encontrados numerosos fragmentos considerados importantísimos, pues explican la topografía de la Roma Imperial.

A la iglesia se accede desde el claustro del convento; también es posible acceder a una sala en la que está expuesto un precioso pesebre napolitano del siglo XVII.

Apenas a la derecha de la entrada hay una vidriera desde la que es posible ver, a un nivel mucho más bajo, los restos del templo de Rómulo que mediante un portal estaba comunicado con la Vía Sacra, la nave se desarrolla longitudinalmente al templo y justo sobre la gran aula de la antigua biblioteca, originariamente la iglesia estaba al mismo nivel mientras que la colocación actual se debe a la reestructuración realizada, bajo el papado de Urbano VII, por el arquitecto L. Arrigucci que incluyó también un notable elevamiento del pavimento. De hecho el gran mosaico absidal hoy nos parece que está demasiado encima del presbiterio; así, además de revelar cuál fue la antigua arquitectura, contribuye de forma determinante a la compresión de la iglesia, pues aquél es todavía puramente representativo y no impregnado de los elementos ornamentales que caracterizan otros mosaicos bizantinos.

Las figuras están bien delineadas y son bastante voluminosas. Se perfilan por un precioso fondo azul cobalto que representa el cielo, incluidas una sutiles nubes que hacen de alfombra al Cristo que desciende a la tierra, (en la práctica la representación del segundo suceso apocalíptico denominado Parusía). Inmediatamente a sus lados aparecen representados los Santos Pedro y Pablo que presentan respectivamente a los Santos Cosme y Damián, en los extremos San Teodoro (a la derecha) y el papa Félix IV con la maqueta de la iglesia en la mano (a la izquierda).

Así pues, el Papa Félix IV hizo construir la iglesia en memoria de los mártires Cosme y Damián, en tanto que médicos en los siglos fueron invocados para la curación de las enfermedades.


El altar mayor, obra de Domenico Castelli (1637), presenta bellas columnas de mármol recuperadas del antiguo altar y en el centro una antigua Virgen con niño fechada en el sigo XIII..

A los lados de la nave tres capillas por parte: a la izquierda la capilla de San Alejandro muestra un crucifijo a óleo realizado por la escuela de Rubens (extravagante la dedicatoria sobre la cruz que aparece como si fuese escrita en espejo) y dos frescos de Allegrini (1640) representando la condena y el martirio de San Alejandro; siempre a la izquierda está la capilla de la Virgen María y de San Juan, decorada con frescos de G. Baglioni (1644).

Finalmente la primera capilla de la izquierda, dedicada a Santa Bárbara, se presenta rica en decoraciones. Encima de las capillas, todas las paredes y las pilastras están pintadas al fresco el techo presenta estucos dorados, un fresco central y el escudo de los Barberini: las tres abejas del Papa Urbano VIII.

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